.-«íiJTT'TPi.V/i.-VfílEíl Cantón, Eliseo Conferencia sobre el Dr. Guillermo Rawson 483 J 1( '^ ACADEMIA Y FACULTAD DE MEDICINA DE BUENOS AIRES CONFERENCIA SOBRE EL dr. Guillermo rawson su OBRA DE LEGISLADOR E HIGIENISTA EN OCASIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DE SU NATALICIO elíseo cantón PRESIDENTE DE LA ACADEMIA DE MEDICINA BUENOS AIRES 25 DE JUNIO DE 1921 CONFERENCIA Dr. GUILLERMO RAWSON ACADEMIA Y FACULTAD DE MEDICINA DE BUENOS AIRES GONFERENCIA SOBRE EL DR. Guillermo Rawson su OBRA DE LEGISLADOR E HIGIENISTA EN OCASIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DE SU NATALICIO ELÍSEO CANTÓN PRESIDENTE DE LA ACADEMIA DE MEDICINA BUENOS AIRES 25 DE JUNIO DE 1921 "^^'^'^^-^ tM^. 25 de Junio 1821 + el 2 de Febrero ACADÉMICO HONQHARIO PROFESOR FUNDADOR DE LA CÁTEDRA DE HIGIENE PÚBLICA MINISTRO DE ESTADO SENADOR Y DIPUTADO NACIONAL EN VARIOS PERÍODOS Homenaje al Dr. Guillermo Rawson "Por eso, ¡oh Júpiter! mayor razón, mayor religión me obliga a suplicar- te, que sea mi oración tligna de un cxinsul, digna de un senado, digna de un príncipe, que cuanto dijere sea con libertad, verdatl y crédito, y que esté tan lejos de parecer adulación mi ala- banza, cuanto lo está de necesidad de adular". Plinio Cecilio Segundo. (Panegírico de Trxjaiio) Señores : Quien observe a la naturaleza en sus gran- diosos caprichos orográficos, tendrá ocasión de ver como, entre las cadenas de montañas que se destacan, erguidas y soberbias, por su elevación entre el levantamiento general que les. sirve de basaimlento plutónico, existen, en cada sistema de cordillera, alguno de esos picos que parecen des- prenderse de entre las altas cumbres, hendir el espacio, y destacar su nivea cabellera en el fondo azul del cielo. Observando el mundo moral, encuéntrase re- petido el mismo fenómeno del mundo físico. En efecto, entre la gran cadena de intelectualidades que en cada país forman verdaderos sistemas de pensadores, existen algunas elniinencias que cons- tituyen las altas cumibres del pensamiento cien- tífico, filosófico y político y de entre las cuales sobresalen uno que otro pico que vuelan a una altura tal, que deslumhran y admiran al género huimiano. Uno de esos picachos admirables de la men- talidad argentina, surgió en la ciudad de San Juan el día 25 de Junio de 1821, -y fué bautizado con el nombre de Guillermo Rawson. De lejanas tierras, del norte del continente que habitaimos, vino a nuestro país, en los pri- meros albores de nuestra organización nacional, en 1818, un distinguido médico norteamericano, doctor Aman Rawson, a quien la mano secreta del destino llevó a contraer enlace con la carac- terizada señorita sanjuanina doña María Jacinta Rojo. De esa conjunción de sangres pertenecien- tes a razas tan distintas, nacieron dos niños, uno de ellos en verdad extraordinario por su or- ganización cerebral y dotes morales, hijo digno de los mayores príncipes de la tierra, para que hubiera hecho la felicidad de la humanidad. Pe- ro nacido en el pequeño ambiente de una nacio- nalidad en formación como era la nuestra, su misión ulterior tenía necesariamente que ser más limitada, pero no menos trascendental por sus obras, como sublime por su altruismo. ' Este niño, había de resultar una verdadera bendición de la Providencia para los destinos po- líticos y de la Higiene Pública en nuestro país. Sin duda no fué una suerte para él haber vivido y efectuado su instrucción secundaria y superior en el ambiente sombrío y pavoroso de la tiranía ro- sista, pero sí para la república que contó en los momentos más críticos de su existencia con el valioso concurso de su alma templada entre los horrores de la dictadura y los anhelos de li- bertad^ como que tuvo por cuna la tierra de los Sarmiento y Aberastain. El hogar de austeridad y de virtudes pa- triarcales en que se desarrollaba su organismo infantil, y la dirección acertada y austera de su padre, fueron causas eficientes para que hiciera, a su lado, en forma brillantísima los estudios que para entonces equivalían a los ])rimarios de la actualidad. Desde la iniciación de ellos, en la escuela del agrimensor señor Donet, el joven Raw- son llamó la atención de maestros y condicípulos, tanto por la clara inteligencia como por la seve- ridad de costumbres ho común a su edad. Oajo el punto de vista de las disciplinas ordenadas y dedicación al estudio, predominaba en su psico- logía moral la influencia de la sangre anglo-ame- ricana. Rawson, durante su época de colegial, parecía un inglesito serio,- disciplinado, y estu- dioso, según el juicio de un contemporáneo suyo. Pero donde verdaderamente principia a des- tacarse y ser interesante la vida de este futuro es- tadista y hombre de ciencia, es después de su venida a Buenos Aires para estudiar física, quí- mica, filosofía y matemáticas, e iniciarse- en los estudios galénicos, y sentir de cerca los efectos del despotismo que ya había tenido ocasión de notar, en su propia tierra, bajo el gobierno rela- tivamente manso, pero siempre despótico de Be- navidez. El joven Rawson, poseía el alma delicada de un evangelista ; era puro de sentimientos, idealista, intuitivo, y enamiorado de la libertad como un girondino. Amaba todos los progresos y todas las bellezas, porque poseía el talento ne- cesario para comprenderlas y admirarlas. Grandes debieron ser por lo tanto las tortu- ras morales pasadas por aquel joven que llega- ba a esta metrópoli, enmudecida por el terror, buscando que hablara la ciencia para ilustrarse, nada menos que en vísperas del famoso año 40, cuando el delirio criminal de Rozas horrorizó a la república, después que la hubo sumido en el absolutismo más brutal y despiadado. Pero también resultóle año de recuerdos im- perecederos y emocionantes, por que las alas de la gloria rozaron su frente juvenil. Rawson te- nía, en aquella época, tan solo 19 años y estudia- ba física con el jesuíta Padre Gomila, cuando un día de clase sobre electricidad, tuvo la claroviden- cia, adivinó por decirlo así, la posibilidad de tras- mitir el pensamiento, a. grandes distancias, m'e- diante la corriente eléctrica, o lo que es igual, des- cubría el principio científico del telégrafo, cinco años antes que lo hiciera Morse, llamando sus fa- cultades deductivas, la atención de aquel virtuo- so miaestro que tuvo mucho que pensar, como é] mismo lo dijera, con la ocurrente inspiración del discípulo. Dejemos la narración del acontecimiento al mismo doctor Rawson, quien lo hizo desde Roma el 28 de Enero de 1878, en larga e'iínteresautísima carta dirigida a su amigo el doctor Larrosa. ( 1 ) Dice así : Estudiaba yo física en 1840 bajo la dirección del sabio jesuíta, el Padre Gomila. Un día en que el padre nos enseñaba cxperimentalmente la acción de la pila voltaica y la celeridad de la corriente elétrica. yo tomé con deliberación un alambre atado a uno de los polos de la pila, sal' con el alambre al patio del colegio, y lo llevé hasta su término, encargando a uno de mis copañeros que hiciera descargas sucesivas sobre mi alambre, acer- cándolo y alejándolo alternativamente del otro polo, se- gún nos lo había enseñado el profesor. Llamé entonces al Padre Gomila, que me dispensaba mucha confianza, y entablé con él el diálogo siguiente : — «Aquí recibo, señor, instantáneamente las descargas sucesivas de la pila . si este alambre se extendiera hasta la Plaza Vic- toria, ¿no recibiríamos allí las descargas con la misma celeridad ? -Seguramente que sí, respondió el padre. -Y si el alambre mismo alcanzara hasta la ciudad de San Juan, ¿no se produciría en aquella cstremidad el mismo efecto de las descargas ? — ^Creo que sí, contestó él, si el conductor pudiera mantenerse aislado hasta allí : y ¿que deduce usted de esto ? —Me ocurre, señor, que si se diera un significado convencional a las descargas, según su número, se podrían trasmitir palabras a larga distancia, y que yo podría conversar con mi padre, que está en San Juan. —No me había ocurrido eso,» fué (1) Corre publicada en la importante obra "Estudios y dis- cursos dd doctor Guillermo Rawson", por Alberto B. Martínez, to- mo I, png:. 377, año 1891. la contestación del profesor, y yo no hablé más del asunto en aquel día. Al siguiente día, el Padre Gomila se pa- scaba en los claustros del colegio como de costumbre ; cuando acerté a pasar por allí cerca, el Padre me llamó y me dijo estas palabras : — «i\noche he pensado mucho en sus observaciones de ayer : creo que eso es más serio de lo que parece,, y que es preciso no echarlo en olvido.» Cinco años más tarde el Congreso de los Estados Unidos votaba con gran dificultad y sin fe alguna en los resultados, una suma pedida por el pintor Morse para ensayar un nuevo sistema de comunicación eléctrica entre Washington y Baltimore. El ensayo, muy laborioso^ hu- bo de abandonarse más de una vez, y prevaleció, al fin, con el nombre de «Telégrafo eléctrico», constituyendo uno de los descubrimientos más maravillosos de la edad presente, cuyas benéficas y prodigiosas aplicaciones cu- bren la tierra y la envuelven en una corriente animada de simpatía humanitaria. Morse es un nombre glorioso que no se borrará de las páginas más brillantes de la historia. El mismo principio señalado por mí en el mo- desto recinto de mi escuela en 1840, había sido aplicado con alguna modificacin práctica en 1846; la gloria se me había aparecido por un momento; no supe utilizar sus inspiraciones, y ella tendió su vuelo al otro extremo de la América para incorporarse en quien mejor que yo lo rnerecía. «Este es tu telégrafo», me dijo mi padre en San Juan cuando leyó en los periódicos la primera no- ticia del invento ; y con esas palabras me quedé candoro- samente satisfacho, prometiéndome seguir, gozando en ellas todos los progresos y desenvolvimientos del telé- grafo — 13 - Según se ve, el talento intuitivo del futuro médico, era toda una esperanza no defraudada por el tiempo. En aquella edad finalizaba ya su primer año de Anatomía, bajo la acertada direc- ción de su insigne maestro el doctor Claudio Ma- merto Cuenca. Sus profesores fueron necesaria- mente pocos pero selectos. No podían ser mu- chos en aquella época de persecución, destierro y hasta de muerte en que le tocó estudiar. Ade- más del ya nombrado doctor Cuenca, formaban el cuerpo docente, los catedráticos, doctor Martín García de Patología interna y de Clínica Médi- ca, doctor Teodoro Alvárez de Patología externa y Clínica Quirúrgica, y el doctor Juan José Fontana de Patología general. Higiene y Farmacología. ' Cuaterno de profesores ilustrados, que tu- vieron el patriotismo de echar sobre sus hombros la pesada responsabilidad de enseñar toda la su- ma de los conocimientos miédicos de esos Heñí- pos, a fin de que cierto númiero de jóvenes consi- guieran dar cima a la carrera emprendida. A ellos les fué dado residir en Buenos Aires, y servir a la enseñanza de las ciencias médicas, merced a su mutismo y absoluto alejalmliento de todo cuan- to se relacionaba con la política dictatorial de Rosas. El discípulo predilecto y mimado de todos ellos, por su lucidez mental y consagración al estudio, fué Guillermo Rawson. «Desde su ingre- so a las aulas, decían los profesores de la escue- la de Medicina, llamó la atención de todos la ex- traordinaria capacidad infelectual del joven don — 14 - Guillermo Rawson ; y sus buenos y sólidos cono- cimientos en varios ramos de instrucción lite- raria, su aplicación y rápidos progresos de la muy difícil ciencia del hombre, anuncian días de satisfacción y de triunfo para la universidad. Estos días han llegado : sus exámenes y muy par- ticularmente, el general y práctico, con que se ha despedido de las aulas, han sido brillan- tísimos». Si en términos tan elogiosos se pronuncia- ban los encargados de su instrucción técnicaj y eran glosados al unísono por la prensa y sociedad porteña, no podía caber duda sobre las dotes in- telectuales que ya bosquejaban, en el ex alumno, a una sobresaliente personalidad del porvenir. Pero, sin duda alguna, y por encima de todos los aplausos dicernidos por la-opinión de sus con- temalporáneos, estuvo aquella corona de laureles te- jida y ceñida a su frente por sus cuatro maestros con juicios y elogios a ningún otro tributados, en la célebre nota, dirigida al Rector de la Uni- versidad, que ha conservado la historia, solici- taní^o para su discípulo Guillermo Rawson, en mérito a sus virtudes, laboriosidad, e inagota- ble y purísima ciencia, antes que por su claro ta- lento, le fuera dispensada la presentación y sos- tenimiento de la tesis, y que se le acordara el título de doctor en forma graciable por la Uni- versidad. El Rector doctor Paulino Gari, dictó con tal motivo una resolución manifestando no poder acceder a la dispensa solicitada por carecer de facullades para Iiacerlo, pero disponía a la vez que, tan luego comb hubiera recibido, a raíz del examen de tesis, el grado de doctor en Medicina, se le dirigiese la palabra a nom'bre de la Univer- sidad, por el honor que la hace y los bienes que prú(núete a Ja Patria ; y resultó una fortuna que el Rector no accediera a lo solicitado, por cuanto de esa manera fué enriquecida la literatura mé- dica argentina, con dos discursos magistrales. Véase los importantes documentos de la referen- cia (1). VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA ¡MUKRAN IOS 8AI.VAJKS rNITAKIOs! Lo8 CatedrúticoB del Depart:iinento de Meilicina. fiaenos Aires, Setiembre 17 de 1S44. Año 35 de la Libertad, 29 de la Indeiiendenc-ia y 15 de la Confederación Argentina. Al señor Rector y Cancelario de la Universidad : Encargados por V.S. y el Superior Gobierno de di- rigir un ramo importante de las Ciencias Naturales hacia loü santos fines a que la patria y la civilización los en- caminan, profesamos la más grande veneración a los talentos distinguidos que las honran. Proponer a V. S. premios que recompensen la aplicación de altas capaci- dades que nos pertenecen, creemos que es a la \ez i)re- (1) Comentarios publicados en la tesis del doctor Rawson y en la obra citada de Alberto B. Martínez, "Kawson, Escritos y Discursos", tomo T, páp. 9. r6 miar el mérito, y la aplicación, alentar a todoá, hacer justicia a la superioridad de nuestros talentos patrios, y dar, ])Oi fin, esplendor y personalidad a nuestra inteli- gencia. Honrar los talentos extraordinarios de uno de nosotros, es honrarnos nosotros mismos ; honrar la Uni- \ ersidad, la patria, la civilización. Poniendo, como a V. S. lo vamos a suplicar, una corona bien merecida de gloria en la frente iluminada de uno de nu-estros alumnos, lanzamos una chispa de noble y generosa am- bición dentro y fuera de los claustros de la Universidad, y damos un impulso progresivo a las ciencias y las artes. Alguno ha de ser, señor, el segundo nombre famoso que continúe la nómina de nuestras capacidades gerárgicas, porque es preciso, señor, que nosotros, como todos los pueblos, las tengamos ; y el del alumno que motiva esta solicitud, no cede en dignidad y dimensiones a ningún otro nombre que se pueda proponer. Desde su ingreso a las escuelas de Medicina, lla- mó la atención de los infrascritos, la extraordinaria ca- pacidad inteligente del joven D. Guillermo Rawson ; y sus buenos y sólidos conocimientos en varios ramos de instrucción literaria, su aplicación y rápidos progresos en la muy difícil ciencia del hombre, anunciaron días de satisfacción y triunfo para la Universidad. Estos días han llegado : sus exámenes, y muy particularmente el geperal y práctico con que se ha despedido de las aulas, han sido brillantísimos, a punto que han inspirado a los infrascritos la idea de esta solicitud. El Departamen- to de Medicina, señor, está muy lejos de pensar, que la gracia que de V. S. solicita para su alumno, sea un premio acordado a la superioridad del talento. No, se- ñor : el talento no merece premio por sí mismo, por no — 17 — suponer \irtud, ni cooperación alguna por parte del que lo posee. Premiar el talento, por ser claro y brillante, no sería más que premiar una obra completa de la natu- raleza, es decir, premiar a la naturaleza y no la virtud y ja laboriosidad de un hombre. Nuestra mente es muy distinta. No queremos ni debemos premiar un talento ; pero sí premiar su opor- tuna y fecunda aplicación a las ciencias médicas, es decir, sus rápidos y prematuros progresos en ellas, su laboriosidad, su inagotable y purísima ciencia, en una palabra, su vasta y copiosa erudición. El artículo 13 del Superior Decreto de 2 i de Junio de 1H27, inviste a la Universidad del derecho de dar el grado de Doctor, sin preceder las pruebas establecidas por el reglamento, a la persona que, a juicio suyo, sea ilustre y eminente en alguna facultad. Los Catedráticos del Departamento de Medicina creen en su conciencia, que el recomendable alumno don Guillermo Rawson, está en el caso de que habla el artículo del citado decre- to, respecto a la Facultad de Medicina, y que es sobra- damente digno, por su erudición y por el honor que a nuestras escuelas hace, de que la Universidad le honre a su vez, confiriéndole un grado de Doctor, previa la singular y honorífica dispensa de la presentación y sos- tenimiento de la tesis, única prueba que le falta rendir para ser condecorado con el bonete y anillo de Doctor. Por lo tanto, los infranscritos no han trepidado en dirigirse al señor Rector y Cancelario, solicitando de su benignidad, que si, como ellos, lo creyese digno de tal honor, se sirva señalar día y hora en que la Universidad dispense al referido alumno don Guillermo Rawson, la singular y especialísima honra de conferirle el grado de Doctor en Medicina, por creerle en el caso del ar- tículo 13 del Superior Decreto del 21 de Junio Üe 1827. Claudio M. Cuenca — Teodoro Alvar ez — Juan J . Fontana— Martín García. Buenos Aires, Setiembre 28 de 1844. Sin embargo de que el Rector está persuadido de la moral, aplicación y capacidad distinguidas que ha acreditado el joven don Guillermo Rawson durante el curso de sus estudios médicos, que verdaderamente hon- ran a la Universidad, no estando, por una parte, en sus atribuciones hacer la dispensa que se solicita por los Catedráticos del Departamento de Medicina, en la pre- cedent3 representación ; y deseando, por otra, premiar, de la manera que le es permitido, el relevante mérito de dicho joven, se autoriza al Catedrático de Anatomía, para que, concluido que haya aquél, el examen de diser- tación, que pedirá en la forma correspondiente, obtenido la competente aprobación sobre él, y recití'.do el grado de Doctor en Medicina, le dirija la palabra a nombre de la Universidad, por el honor que la hace, y los bienes que promete a su Patria. Al efecto instruyase de esta re- solución a los Catedráticos del Departamento de Medi- cina, y al joven don Guillermo Rawson. Dr. Paulino Gari, Keetor y Caneelíirio José María Reybaud, Secretario En el mismo día se hizo saber a los Catedráticos del Departamento de Medicina y al ¡oven Guillermo Rau'son, y lo firmaron. Reybaud . En virtud de la precedente resolución uni- versitaria, la Facultad encomendaba al profesor de Anatomía, orador y poeta inspirado, doctor Claudio Mamerto Cuenca, el discurso para el acto de la solemne recepción del grado de doctor de que se hizo objeto al joven Rawson. Este discurso, de clásica elocuencia, merece figurar íntegramen- te en este sitio. DISCURSO Lo acabáis de oir, doctor Rawson. No soy yo el que os habla : hablaros yo sólo, sería dejar un vacío en los deseos de los que os rodean. Yo soy uno, y vuestros admiradores son cuantos os conocen. A vos es preciso que todos os hablen, que todos os feliciten, porque todos también quisieran tener en parte vuestro triunfo. Son, pues, vuestros compañeros, vuestros maestros, es el Rec- tor, es la Universidad, quiénes han puesto la palabra en mis labios ; es de ellos de quiénes he recibido el en- cargo, bien grato para mi, de felicitaros en su nombre, j)or el honor que a nuestras escuelas hacéis ; suya es la idea, suyo también el pensamiento de esta felicitación, y yo no soy en este momento más que la expresión de sus deseos . 20 En efecto, hoy es un día excepcional, de parabienes y regocijo, para la Universidad, y sois vos el justo, el laudable motivo de esta festividad. Vuestro pasaje por los salones de sus aulas ha dejado en pos de sí una hue- lla luminosa de triunfos y sucesos brillantes, que con sorprendente facilidad habéis alcanzado sobre las cien- cias y las artes ; triunfos y sucesos brillantes que han inspirado la idea de la excepción que se os hace. Así es que al despediros hoy de nosotros, creemos recibir el adiós agradecido de la mejor hechura de nuestras escue- las, y miramos en vos el mejor y más poderoso argu- mento de nuestras doctrinas, o de la superioridad de nuestras capacidades. Al poner sobre vuestra frente privilegiada el bonete de doctor, que tan justamente habéis alcanzado, la Uni- versidad ha ceñido la suya con una corona de gloria, y vos la habéis regalado el mejor y más frondoso de sus laureles. Dos coronas inmarcesibles se distribuyen hoy, Dr. Rawson ; ; la que vuestro genio y erudición ha tejido para la Universidad, y la de gloria, de felicitaciones que ella os retorna a la faz de Buenos Aires, de sus talentos., de sus hombres distinguidos. Esta recompensa única, la primera que da a un cursante de sus aulas, es un pre- mio altamente honroso y extraordinario que tributa, no a la eminencia y claridad de vuestro talento, como tal vez pudiera creerse, sino a la feliz y oportuna aplica- ción de esc talento a las ciencias y a las artes ; porque vos, doctor Rawson, convendréis conmigo, que el ta- lento por sí mismo no es acreedor al premio. La Uni- versidad, pues, al dirigiros la palabra en el día solemne de vuestra instalación en el doctorado, al mismo tiempo 21 que os acompaña en \uestra satisfacción y regocijo, os felicita alta y sinceramente por el honor que vuestro aprox echapiiento la hace ; felicita a vuestro padre, a Buenos Aires, a la República toda por los días de triun- fo y gloria que vuestro genio le prepara. No es este paso hijo de un entusiasmo del momento, no una oficiosidad gratuita, es una debida justicia ; no es una ofrenda pe- recedera, una flor fragante deshojada sobre la frente de un hombre en una hora feliz de su vida, es un obelis- co perennal de tan larga duración como los archivos que lo han de contener ; es un signo histórico que seña- lará para siempre un gran acontecimiento nacional— la aparición de un astro sobre nuestro horizonte ; porque, jierdonéme vuestra modestia, vos sois una estrella bri- llante que nace para la República. Los hombres como vos, doctor Rawson, son .una sonrisa del cielo, una dádiva preciosa, un impulso de ])erfección y mejora, impreso por la mano de Dios en la carrera progresiva del género humano. Vosotros sois la verificación positiva de la perfección total que sueña la fantasía. Venidos de tiempo en tiempo como los come- tas, Uexais como ellos, en pos de vosotros, las miradas absortas del mundo entero que ilumináis. Colocados en- tre la humanidad y su Creador, entre la obscuridad y la luz, entre la tierra y el cielo, estáis organizados .para comprender y revelar los secretos de la vida y la muer- te, la ciencia de los siglos, de la humanidad, de Dios, para comprenderlo y lexplicarlo todo, para guías y bien- hechores de los pueblos y naciones ; vosotros sois, por fin, la lluvia de gracia para el mundo profano. Mucho -i y muy bellos porvenires han bajado en di- ferentes épocas las gradas de esta cátedra ; pero otro más brillante, más lleno de esperanza que el vuestro, nunca. Precedido del prestigio que a vuestros condiscí- pulos y comprofesores insi^irais, celebrado por la fama» dueño de la opinión, felicitado por la Universidad, te- neis abierta delante de vos la más linda carrera que se ha ofrecido hasta hoy a ningún talento nacional. Vues- tro porvenir, vuestra gloria, vuestra misi<5n literaria son excepcionales como vuestra capacidad ; marchan a otro templo, ciñen otra corona, trazan otro programa que el que estamos acostumbrados a ver. Los dogmas here- dados, las verdades manifiestas, los principios recibi- dos de la ciencia del hombre, ya os pertenecen. Los misterios ahora, las leyes ocultas, los impulsos secretos de la organización y la vida, por lo mismo que se esca- pan a la penetración de los más, son el objeto a que tienden las grandes capacidades, son también una em- presa y un triunfo digno de vos. Para las cabezas ge- rárquicas, como la vuestra, las han reservado los ar- canos de la ciencia. Yo sé bien que no volvereis la fren- te delante de ninguna dificultad ; al contrario, espero que la levantéis algún día radiante de gloria sobre los trofeos y conquistas con que ensanchareis el dominio de la ciencia, y sobre los abismos de obscuridad y du- das, que la claridad de vuestro talento hubiese regado. Reducir vuestra misión científica a la órbita co- mún en que se desenvuelven los talentos ordinarios, es tan difícil como encerrar el Océano en uno de sus gol- fos. A los talentos como el vuestro no se les puede po- ner coto, ni trazar círculo de acción, porque todos los límites les son estrechos, y reducidas todas las órbitas . Es preciso abandonarlos a si mismos para que cam- peen con toda la celeridad de que son capaces. Así es - 23 - que vos necesitáis un espacio mayor e ilimitado, para desenvolver y dar movimiento a vuestras facultades. Ne- cesitáis empresas grandes que acometer, tinieblas que iluminar, secretos misterios que descubrir ; algo, en fin, l)roporcionado a la magnitud de vuestra inteligencia. Iréis muy lejos a encontrarlos ; ])orque al dar los pri- mero'- pasos en vuestra carrera tropezareis con cuestas escabrosa? que ascender, con bajíos impenetrables que sondear, con dificultades superiores que vencer. Hay, entre otras, una que debe llamar desde temprano vues- tra atención, ya por ser fecunda en gloria ])ara el que la acometa, ya por pertenecer a la \-ez a la ciencia y a la patria Hay un libro en blanco, doctor Rawson, que hace muchos años que esperaba la pluma inspirada de un hijo del Plata que~ escriba en él la primera i)ágina : este libro, destinado a jugar un día un rol importante en los destinos de la República, cuando los hombres -ríe vuestra capacidad se hayan ocupado de él, es el libro todavía en blanco de nuestra ciencia médica. Todavía en blanco, doctor Rawson, pero no estará más así, desde que hagáis la resolución de llenarlo ; y a fe que vos lo po- déis hacer. Hé ahí una empresa gigantesca, colosal, digna de vos y para que parecéis destinado. Acometedla, doctor Rawson, escribid la carátula y un jiensamiento en pos de ella,/ que en pos del vuestro también alguna otra cabeza privilegiada continuará la obra. Acometedla, que tal vez, inspirado con vuestro ejemplo, se levante de los bancos de este salón algún talento distinguido, que animado con vuestros sucesos, aspire a la gloria de imitaros ; alguno que quiera tener el orgullo de poner su nombre al lado del vuestro, y que, aunque grande - 24 - por si mismo, quiera serlo todavía más, cubriéndose con vuestra gloria, y eternizarse en la memoria de los- hom- bres, como Pérdicas al lado de Alejandro ; acodmetedla, por fin, que cuando hayáis escrito la ])rimera imagina, ya estará colocada también la primera piedra de la pirá- mide en que se ha de escribir el nombre del liijo ven i turoso del Plata, que rindiese tan valioso servicio a la República . La disertación o tesis del doctor RaAvson, era dada a la imprenta el año siguiente de ha- ber sido escrita, es decir en 1845, por un amigo de aquel, que ocultó su nombre dentro de la si- guiente explicación que, a título de prefacio, fi- gura en la primera página: «Disertación y documentos referentes al < grado de doctor en Medicina, que obtuvo « en ía Universidad de Buenos iVires el Sr. «D. Guillermo Rawson. Publícalos un ad- « mirador de su mérito, para satisfacer los '-' deseos de muchos ciudadanos ilustrados y « respetables». Uno de los ejemplares publicados por aquel anónimo admirador de los ím(éritos del doctor Rawson, figura en la biblioteca de la Facultad con el número 22524 : Es un folleto de formato chi- co, de 35 páginas, editado por la «Imprenta de la Independencia» el año 1845. Después de la documentación copiada más — 2 arriba, principia la disertación del joven Rawson con estas interrogantes : Fortes rrennlur ft^rtihun et bonis, nec imhellem feroces Progevtrant aquila-. columhan, Horat. Curn nempé genitura ab ómnibus cor- poris partibus procedent, a scenis sana, niorhosis morbosa. (Hipoer. de morbo sacro) Señores : ¿ Porqué del hombre nace el ho-mbre? «¿Por- ^ qué las águilas feroces, como dice Horacio, no A engendran la paloma inocente? ¿Porqué la plan- « ta es hija siempre de otra semejante? « He aquí, agrega, uno de los grandes pro- « blemas de la naturaleza, cuya solución intima- « mente ligada a los misterios de la vida, ja- « más se aclarará del todo a nuestra inteligencia ; « pero que, por lo mismo estimula fuertemente los « deseos de nuestra curiosidad. Os confieso que « he meditado mucho sobre este interesante fe- « nomeno, y que en la dificultad de elegir un pun- « to para formar la tesis que debéis juzgar es es- « te día, no he podido resistirme a la ambición de « ofreceros un pensamiento sobre materia tan es- « pinosa y elevada». ! Desde la iniciación del discurso reveíase la mentalidad superior y atrevida del futuro gra- - 26 — duado. En efecto, en una época en que la embrio- logía solo era conocida de nombre en nuestra Escuela de Medicina, cuando no se enseñaba la estructura íntima de los tejidos humanos, ni era conocida la Fisiología experimental, ni se sabía cosa alguna de la histología y fisiología de los centros cerebrales, porque faltaban los elemen- tos indispensables para su enseñanza, afrontar nada menos que el estudio, necesariamente teó- rico, causal de la vida, en los seres organizados, y de los intrincados problemas de la herencia nor- mal y patológica, son pruebas acabadas de que la audacia constituye un verdadero patrimonio para los que se sientan fuertes y capaces de fi- losofar alto. El doctor Rawson reconoce las dificultades de los problemas que se plantea, pero no lo arre- dran, analizándolos a la luz de los conocimien- tos aprendidos a sus maestros y en los libros, sin dejar de dializarlos con sus reflexiones y juicios filosóficos, ya que el terreno de la biología ex- perimental no se hallaba a su alcance. Para abordar el estudio de los complicados fenómenos de la herencia en los reinos animal y vegetal, plantea cual si fuera cuestión previa y de más fácil solución, el más arduo de los pro- blétnias, el relativo al origen de la vida. Disertando sobre el misterioso principio o iuerza vital que hace de los seres organizados los únicos capaces de propagarse por generación, acepta el origen paradisíaco del hombre y de los animales, y por lo tanto dicho queda que hacia - 27 - abandono de la base verdaderamente científica de la cuestión. <\' Qué es la vida? se pregunta, ¿y cómo obra ese principio incoercible para comunicarse a la materia y perpetuar así la cadena intermi- ble de las generaciones?... Definir la vida en ge- neral es hacer Is^ historia de los cuerpos vivos, y por lo que respecta al principio vital, si dijéramos que es la causa oculta de los fenómenos oí-gáni- cos, habríamos expuesto cuanto se sabe de él». Esa causa oculta era para Rawson al prin- cipio, o la fuerza vital, capaz hasta cierto punto de obrar con independencia de los órganos cuyo funcionamiento dirige. Es la inteligencia de las funciones, agrega, y comió dice M. Sardat, es el artista en su taller. Declárase partidario de la escuela vitalis- ta, analiza y reflexiona con lógica desde su pun- to de vista, pero sin hacer avanzar el problema ni aclarar sus obscuridades, no obstante la belleza de los raciocinios filosóficos. Aceptado el principio vital, en virtud del cual, la idea o necesidad de una función preexiste al órgano que deba ejercerla, entra dé lleno al estudio de la herencia. Los seres organizados se reproducen por medios de gérmenes, dice, que llevan, por decirlo así, la naturaleza vital de to- das las partes del cuerpo de donde son origina- rios, y recuerda con oportunidad el pensamien- to ya secular del inmortal Hipócrates, en esta materia, cuando dijo : por que el germen procede de todas las partes del cuerpo. 28 «Por manera que ese germen lleva consigo, además de las grandes ideas de imitación espe- cífica, modificaciones individuales, que van a re- tratarse en el mismo ser, a imíenos de circunstan- cias accidentales, que desvien la dirección de los instintos. Todo órgano va a ser copia de un órga- no igual en el individuo que engendra, va a co- piarse con los mismos rasgos que en este lo ca- racterizan. Los' temperamentos, las idiosincracias, las excelencias funcionales de cualquier apara- to, todo entra en el modelo, todo entrará también en el retrato. Tan cierto es esto, que las faculta- des inteligentes y morales no están exentas de la ley». Acepta que el cerebro es el órgano central y material del pensamiento y que, por lo tanto, las facultades mentales están representadas, o me- jor dicho, tienen su asiento en detei'minada por- ción de la masa encefálica, en una proporción tal que, a m'ayor desenvolvimiento cerebral, debe co- rresponder una mentalidad más diesenvuelta y su- perior. De esto deduce la exactitud de la frenolo- gía, que para él tiene el valor de una ciencia cier- ta, dice, en sus principios fundamentales, si bien incompleta en sus detalles. «Supongamos, agrega, que los padres de un niño se hagan notar por su benevolencia : esta inclinación celestial, tiene sin duda en ellos un órgano, una parte del cerebro por asiento ; y este órgano estudiado en relación con los otros, pre- sentará una magnitud considerable : en tal caso, ese desarrollo parcial va a reproducirse en et - 29 - hijo, así como se reproducen las facciones, el co- lor, la estatura, etc. Este es un hecho sensible, una ley de pocas excepciones, si se considera de individuo a individuo ; pero donde más evidente aparece, es en el estudio de las familias y de las razas. Voy a transcribir un pensamiento de Vol- taire acerca de la materia, porque expresa muy bien la idea que nos ocupa. «La organización fí- sica, dice, hablando de Catón, transmite el mismo carácter de padre a hijo al través de las genera- ciones y de los siglos. Los Apios, fueron siempre orgullosos e inflexibles ; los Catones siempre se- veros. Toda la familia de los Guisas fueron atre- vidos, astutos, facciosos, etc.». En esta parte de su tesis, el doctor Ravvson pisa terreno firme, sus facultades intuiíiv^as Jo hacen presentir la existencia de las local izacio- nes cerebrales, imprecisas o inubicables para él, pero que no le dejaban la menor duda acerca dé su existencia en la masa encefálica, donde actua- ban como órganos de la ideación y de las facul- tades afectivas y morales. Reconoce y sostiene la ley de la herencia, física e intelectual, de los se- res superiores, tantas veces confirmada en la hu- manidad no solo por los ejemplos oportunos, pe- ro remotos, referidos por Voltaire, sino también por los observados en nuestro propio país. ' ¿Quien no sabe, en efecto, que el atavismo intelectual no falló en varias generaciones de los 'Argerich, Montes de Oca, Mitre, Várela, Gutiérrez y Vedia para sólo mencionar algunos ? Aceptada la trasmisión de las virtudes y - 30 - energías fisiológicas de padres a hijos, pasa a ocuparse de la herencia morbosa directa, en de- terminadas circunstancias, y predisponente, tan solo, en otras. Entre las primieras, coloca a la gota, las escrófulas y la tisis, de aquella época, como hereditarias descendentes, es decir, que no ha- cen su aparición sino un tiempo relativamente lar- go después del nacimiento. Al estudiar las dos últimas, acepta las ideas de Graves al sostener que, la escrófula y la tisis, constituyen una sola entidad patológica y que los gérmenes procedentes de un sujeto tubercu- loso, llevarían en sí para trasmitir al nuevo ser, sino la enfermedad misma, la debilidad necesaria para engendrar la predisposición a la tisis. Como se ve, las ideas del doctor Rawson a] ocuparse de la trascendental y debatida cuestión de la heredo tuberculosis, no podían ser más cla- rovidentes. Se hereda la predisposición, pero la higiene bien aplicada puede anularla en absolu- to, haciendo que hijos de padres tuberculoisos se desarrollen debidamianie, cuando se los aleja de los focos de contagio en tiempo oportuno, de- cía, con elocuente verdad. En los párrafos finales del admirable dis- curso, que nos ocupa, déjase entrever al higie- nista y sociólogo eminente del porvenir. ;. Pero, no obstante la autorizada opinión del señor Rojo sobre el carácter bondadoso, toleran- te y manso del general Benavidez, bueno es re- cordar que tales virtudes no fueron óbice para que aún después de caído Rosas, en el año 1853, mandara encarcelar al doctor Rawson y colocar- le una pesada barra de grillos en las piernas, co- mo emblema de tolerancia hacia las ideas de re- surgimiento y libertad institucional que predi- caba con entusiasmos de redentor. — 35 - Nadie mejor que él ¡mismo podría referir las hiunillaciones y peligros que pasó, como lógica consecuencia de haber convertido su verba gran- dilocuente y patriota, en el ariete más formida- ble para demoler la tiranía que agobiaba a su provincia natal, razón por la cual transcribimos la carta, levantada y sin amarguras, que dirigió a su amigo Hudson, al salir de la prisión : Hela aquí : Sun .Iiian, Diciembre 9 de 18ó;5. Señor Don Damián Hudson. Amigo muy querido : Nuestra frecuente correspondencia, tan interesante para mí, fué interrumpida por la amabilidad del señor Benavides y C.^ ; quiso tenerme tan cerca de sí, tan exclusivamente ocupado de su cariño, que me hizo tras- portar a San Clemente y asegurarme allí con una arroba de hiern» puesta en mis pobres piernas. Eso pasó, estoy ya libre, después de quince días de tortura ; y lo primero que afectó mi corazón al volver a la luz, fué la noticia de los esfuerzos fervientes de mi excelente amigo Hudson en favor de esta pobre víctima. No puede usted imagi- nar cuan hondamente me ha conmovido su .solícito em- peño, y la amigable deferencia con que el señor Segura, y mi estimado compañero el doctor García se han pres- tado a Secundar sus conatos. Prescindiendo de la utilidad 3^^ ~ o convcnicnria de este paso, y de que Benavides no tiene cuenta jamás ni las recomendaciones de su madre, el interés manifestado por los señores Segura y García, en mi favor, no puede menos de herir a estos miserables que tanto trabajan por mi ruina. Quisiera hablarle ahora de mis propósitos para en adelante.- ¿ Iré a Mendoza a buscar un asilo contra las pasiones brutales do mis verdugos ? ¿Abandonaré, por temor de nuevas vejaciones y de la muerte, el puesto de mártir en que mi destino ha querido ^colocarme ? Cuestión es esta que, mirada bajo este solo aspecto, no me tendría perplejo un solo instante, pues que cuando regresé a San Juan, vine ya con la resignación del que se prepara al sacrificio. Ni me ocurre otro motivo para justificar mi deserción, desde que los insultos seguros y el probable degüello que me espera, viviendo entre estos bárbaros, no me hacen volver la cara. Más adelante hablaremos aacerca de esto. No quisiera yo que mis amigos de Men- doza tomen por una temeraria obstinación mi constancia en vivir aquí. No, mi querido ; yo busco sin pasión, el lugar sobre la tierra donde puedo servir mejor a los intereses de la humanidad y de la causa santa que es la religión de mi alma, y no veo otro que este pedazo de tierra idolatrado, donde están sepultadas para sienipre las esperanzas de mi vida. Si Dios envía alguna vez sobre este pueblo las bendiciones de la libertad y de la paz, otros hombres más a propósito vendrán aquí para hacer germinar los elementos de prosperidad que están dormi- dos ; pero yo, que tengo la vocación del sacrificio y del martirio, debo inmolarme en eí altar como una víctima espiatoria. En fin, después hablaremos sobre ésto, porque quiero que usted me encuentre razón y me justifique. El señor Soto lle\a el retrato de mi padre. Es un presente de nuestra amistad, que será valioso para Vd., estoy seguro. Si mo matan, encargo a P^ranklin que le envíe también mi retrato para que lo coloque al lado del de mi padre. G. Rawson. ¿ Cual pudo íser el crimen cometido por el doctor Rawson para merecer la cárcel y el grille- te del presidario? Parece increíble, en nuestros días, que por tan solo profesar ideas de libertad se humillara en tal forma a los hombres, pero es necesario trasladarse mentalmente a esas épocas para co- vencerse de que, el castigo aplicado al médico prestigioso, pero de ideas revolucionarias, no pa- só de ser una adtnonición correccional, apli- cada por un gobernante bondadoso y tolerante. Así eran los tiempos ; los principios repu- blicanos y el amor a la libertad, eran de origen atávico en el joven Rawson, y al llegar a la tierra natal y ver a su querida provincia atada al carro triunfal de la sanguinaria dictadura, su alma ciu- dadana se estremleció indignada, y sin medir la trascendencia de su actitud, al esgrimir el arma foimidable de la palabra, cuando las gentes ya se iban volviendo mudas, emi^prende, con asombro general, una hábil y viril camfpaña redentora. Habla y convence a propios y extraños ; su- giere como médico en el seno de los hogares, y deslumhra con su elocuencia a cuantos le escu- chan en el club y en las pequeñas reuniones don- de le era dado hacer su propaganda libertadora. Aumienta, en proporción increíble, el número de sus amigos y adlmiradores, quienes no tardaron en llevarlo a ocupar una banca en la legislatura, a raíz de una parodia electoral como las que se estilaban por entonces. Desde ese fausto momen- to para la vida política de San Juan, surge nna esperanza hasta esos días no sentida. Rawson habla sobre la necesidad de difundir la enseñan- za, aumentando las escuelas y centros de edu- cación, hace gran propaganda en pro de la or- ganización del sistema de las comunas, pues no olvida que los municipios salvaron la libertad e hicieron la grandeza de España, y predica en toda hora y momento las ideas republicanas que fueron su credo de gran ciudadano. Su personalidad se agiganta, su autoridad y prestigio vuélvese avasalladora, pues las ar- monías de la palabra y solidez de la argumen- tación, cautivan y convencen, su nombre está en todos los labios, y las esperanzas en todas las almas. El es el hombre del momento, el único su- ficientemente audaz para arengar a los legisla- dores y al pueblo contra la omniosa tiranía, y a fé que las esperanzas cifradas en su viril actitud no fueran defraudadas. Mientras el gran sanjuanino .preparaba los ánimos de sus conciudadanos para hacer frente, a la reacción reinvidicadora de libertades y de- rechos, que presmtió su claro talento en un por- venir inmediato, y en todo el país, contra el dic- - 39 - tadoi porteño, llegó al gobierno de San Juan en 1851, uno de esos miensajes órdenes, por el cual solicitaba el ilustre Restaurador de las leyes, so pretexto de encontrarse en mejores condiciones para combatir al traidor Urquiza, nada menos que el nombramiento de jefe supreimb. de la Confedera- ción, y que se le investiese con la suma* del poder público. La noticia de que el engrillador Benavidez, acatando la consigna federal, se apresuraba a re- mitir a la legislatura un mensaje concordante con el absolutismo de tales propósitos, corrió por los habitantes de la ciudad con la rapidez de las no ticias funestas, sublevando los sentimientos de aquel gran repúblico hasta donde es posible ima- ginar. Rawson, a despecho de todos los peligros, tuvo la osadia de anunciar que iba a hablar en la legislatura para oponerse a la inaudita pretensión del tirano. Tal anuncio, que sin duda alguna en- conaría el ánimo del tolerante gobernador, llevó al local de la sala de representantes, el día de la sesión, un crecido auditorio, ávido por escuchar al imponente tribuno. En la interesante obra del señor Alberto B, Martínez, ya imíencionada, sobre Rawson, figura la siguiente referencia, llena de colorido local, hecha por uno de sus contemíporáTieos sobre aquella me- morable sesión de la legislatura sanjuanina : «El representante, dice el señor Rojo, tenía que franquear un zaguán lóbrego, donde se pa- seaba un centinela; tenía que subir una aporti- — 40 - liada escala, a cuyo término había otro centinela; tenía que cruzar un ancho patio, donde paseaban o se tenían con sus grillos los presos del cuartel ; y en el recinto mismo de la sesión, tenía que en- contrarse con los vivos de un sargento mayor de secretario, y a su espalda una buena comisión de jefes y. oficiales, entre los cuales no faltarían el Pichón de burro, verdugo de las señoras de Mendoza, y quien sabe si no estaba el buen- fe- deral negro-chagarayy. En ese aímbiente de libertad democrática, se levantó airada la palabra vibrante y altiva del doctor Rawson, para azotar a los detentadores de la soberanía de los pueblos, fulminar las atro- cidades y salvajismos de la tiranía, levantar el espíritu público a'batido por veinte años de opre- sión, y pedir a los legisladores, en nombre de los más caros intereses de la patria llamados a ve- lar, que no consientan en acordar la suma del po- der público, ni el noimbramiento de jefe supremo, solicitado por el abominable dictador que aver- gonzaba a la humanidad. La palabra viril y llena de unción patrió- tica del joven orador, fué escuchada con re- cogimiento y asombro, conim'ovió los espíritus, llegó muy hondo, y a no mediar el ruido de las espadas y de los grillos, la petición clamorosa del tribuno habría sido escuchada. Dice a' este respecto el mismo señor Tadeo Rojo: «No estuve en la sesión, pero volví a tiempo de encontrar al pueblo todo palpitando tjodavía de la emoción causada por la conducta de Rawson, único repre- — 41 - sentante que había alzado la voz para oponerse a la continuación del ominoso mandato. Era de oir los elogios de Rawson, no ya en boca de los amigos y ciudadanos, sino de los misniios federa- les, de los militares, de los asociados en la ma- zorca». Pero esto no obstante, y como en determina- das épocas de la vida de los pueblos, convence más el temor que las elocuentes razones, la le- gislatura no solamente sancionó el proyecto opro- bioso de las facultades^ extraordinarias, sino lo que es más original y absurdo, un artículo por el cual se obligaba a todos los legisladores a fir- mar la ley que se acababa de sancionar a despe- cho de la temeraria oposición de Rawson. ¿ Se adoptó tal disposición para obligar a este a que filmase la ley conribatida con tanto vigor, o se quiso brindar al señor Kenavidez la ocasión de vanagloriarse con la unanimidad de su legisla- tura? Sea como fuese, lo cierto del caso es que Rawson también firmó la bochornosa resolución legislativa que fulminara en su arenga incontes- tada. ¿Respondió su firma a un impulso de aca- tamiento a la ley sancionada contra su voto y discurso ? O fué un acto de debilidad como en más de una ocasión le enrrostraron sus enemigos en el acaloramiento de las luchas políticas? Sin vacilar nos inclinamos al primer su- puesto, porque quien hace lo más, hace también lo menos, y por que si de algo vale el ejemplo de - 42 — toda una vida consagrada al culto de la libertad, dé la patria y de la ciencia, la de Rawson, lo exhi- be compí a un ciudadano de gran valor cívico, mo- ral y personal. Llegó por fin el anhelado día de los oprimi- dos, la caída fatal de- la tiranía pronosticada por Rawson, y que recién era hecha conocer de los sanjuaninos por un decreto, de fecha 28 de Fe- brero de 1852, leído al pueblo por el escribano de gobierno, reconociendo al vencedor de Rosas, en los campos de Caseros, coimb jefe supremo del es- tado. Al parecer, cuadró la circunstancia muy ca- sual, según referencias que hiciera el Sr. Víctor Rodríguez por carta dirigida al señor Alberto B. Martínez para su obra, de que en el preciso mo- mento en que el escribano informaba al pueblo del trascendental .acontecimiento, llegaba de su finca el doctor Rawson, cabalgando en brioso cor- cel, quien tan pronto como se hubo impuesto de la sensacional noticia, improvisó una vibrante arenga, saludando el acontecimiento de la liber- tad y la caída de todos los tiranos que oprimían a los pueblos de la república. «El ronco estampido del cañón que el día 8 de Febrero hizo vibrar el corazón de millones^ de argentinos, con el combate que a su vista se ejecutaba en los campos de Caseros, contra la tiranía ominosa de veinte años, decía el doctor Rawson, ha dado por resultado la brillante epo- peya que vive y vivirá siempre en el corazón de todos los amantes de la libertad de los pueblos argentinos» • - 43 - «El triunfp de Caseros es un verdadero acon- tecimiento gue sigue al de Chacabuco y Maipú en su importancia material y mioral para los hom- bres patriotas, y de corazón noble y generoso. Y si los que han tenido la suerte de tomar parte activa en la epopeya de Caseros, siguen inspirán- dose en la noble tarea del complemento de la obra principiada el 3 de Febrero, el engrandecimien- to de los pueblos libres del sud será un hecho se- mejante a aquellas riquezas acumuladas por una generación en monumentos y conquistas, que constituyen un patrimonio, que el pasado lega y trasmute a la posteridad» < Si somos los herederos de Belgrano y San Martin y tantos otros mártires de la libertad sud- americana y de sus glorias, debemos ser también ios fieles ejecutores de sus obras ; por que la sangre generosamente derramada en los campos de ('aseros sería completamente estéril» Por todo lo dicho es fácil imaginar cuan po- cas debían ser las simpatías del señor Benavidez para con el joven y brioso médico, que fué a des- pertar a los habitantes de la provincia del silen- cioso y tranquilo sueño impuesto por su manso despotismió. Nada subleva tanto en efecto, a cuan- tos abusan del poder, como la condenación públi- ca y altiva de sus atropellos y violencias. I.a eló- icuencia hiere sus oídos como dianas infernales anunciadoras de su próxima caída. La idea de la venganza popular les horroriza, procuran por to- dos los taiedios conjurar el peligro y llegan hasta - 44 - apagar la voz de los oradores, olvidando que ella solo es el fonógrafo de las ideas, y que estas son inapagables cuando las inspira el patriotismo y el amor a la verdad. ' Rawson, después de haber pagado el opro- bioso tributo al despotismo, en la cárcel de San demiente, recibía de su pueblo en 1854, el honor de ser elegido diputado al Congreso del Paraná, donde su privilegiada inteligencia encontraría la tribuna necesaria para dar vuelo a las ideas de unión nacionalista, ya conocidas por artículos de colaboración y cartas que dirigía al señor Hud- son, y que se publicaban en «El Constitucional» que este editaba en Mendoza. Ahí, en el nuevo escenario nacional, inicia- ba, dos años más tarde, su verdadera carrera par- lamentaria, y en qué forma ! Los historiadores que se han ocupado de las graves cuestiones de- batidas en la cámara de diputados de la Confe- deración, ya fuese al estudiar las constitucio- nes provinciales, o el delicado problema de los derechos diferenciales, mediante el cual se de- seaba obligar a la provincia de Buenos Aires a foitmiar parte de la Confederación de las otras 18 hermanas, dicen que las enalteció con los sóli- dos principios constitucionales que poseía, su ili- mitado patriotismio y su elocuencia insuperable. Fué el verdadero paladín que tuvo la noble cau- sa en pro de la unión de las catorce provincias ar- gentinas, y que, por entonces, no le fué dado ver triunfar. Después de la batalla de Pavón, del 17 de - 45 ~ Septiembre de 1861, que como es sabido resultó desfavorable para las íuerzas de la Confederación que dirigía el general Urquiza, el doctor Rawson resolvía establecerse como simple ciudadano en la ciudad de Buenos Aires capital de la provincia. Los hombres de Buenos Aires, con el general Mitre a la cabeza, conocedores al detalle de las ideas sostenidas por el ex diputado de la Confedera- ción y su gran valimiento como patriota, no tarda- ron en ofrecerle una banca en lacáimara de senado-' res de la provincia. El la aceptó sin vacilar, dis- puesto a trabajar en ella por su patriótico ideal, la unión nacional. Esta segunda etapa de su vida parlamentaria resultó tan brillante como la pri- mera. Rav/son jamás se embanderó en ninguno de los bandos en que, por esos días, se dividía la familia argentina ; no era porteño ni provincia- no, quería ser y era solamente argentino. Pocos meses duró su permanencia en el se- nado provincial debido a que los sanjuaninos, reconociendo sus servicios y aptitudes, le habían elegido representante de la provincia en el se- nado nacional, en el año 1862. Rawson tuvo por fin la enorme satisfacción de ver triunfantes sus ideas y anhelos de patriota, la unión nacional estaba hecha, y desde ese auspicioso momento consagró las luces de su talento y vasta ilustra- ción, a luchar por el engrandecimiento institucio- nal y material de la república. Incorporado a la alta cámara en aquel año, inicia las tareas parlamentarias pronunciando sus dos célebres discursos, con motivo del proyecto despachado por los senadores Valentín Alsina, del Carril, Elizalde y Cullen, sobre la federaliza- ción de la ciudad y provincia de Buenos Aires pa- ra servir de capital a la república. ( 1 ) En ellos sostiene con argumentos de índole constitucional y atinadas reflexiones de orden .po- lítico, los inconvenientes y sin razón de preten- der suprimir una provincia, un estado federal au- tónomo, para convertirlo en capital de la repú- *blica, al paso que sostenía y demostraba la cons- titucionalidad y conveniencia de que las autori- dades federales residieran, así fuese temporaria- mente, en la ciudad de Buenos Aires. A la coexis- tencia de los poderes de la nación y provincia en una misma ciudad, decía, no se opone la cons- titución, y sus ideas concluyeron por prevalecer hasta 1880, en que los acontecimientos revolu- cionarios delmlostraron como aquella dualidad de poderes, en un miismo sitio, no se hallaba exenta de complicaciones y peligros. Puso término a su segundo y magistral dis- curso, con las siguientes palabras que siempre serán de actualidad, y hoy, tanto o más que ayer. «Nosotros estamos aquí, señor presidente, para cumplir la ley suprema, que es la ley de la Nación; no salgamos pues, de esa ley, no vaya- mos contra su espíritu, o contra su letra, iio comprometamos ninguno de les principios consa- grados en ella; a fin de que cualquiera que sea el éxito de nuestros trabajos, nunca quede el ar- (1) Véase el Diario de Sesiones de Senado de la Nación, d* los días 1." V 3 de Julio de 1862. - 47 - ma de la legalidad en las manos de los enemi- gos de la Unión. Nosotros, como hombres de es- tado, a quienes está encomendado el destino de los pueblos, debemos seguir siempre la política del gran Washington, que es la política de la pro- bidad, de la justicia y de la verdad; que cajda' hombre, cada pueblo sea fiel al cumplimiento de sus deberes y Dios estará con nosotros». Así hablaban y lo que vale más aún, así procedían, los hombres de aquellos tiempos que, al igual de Rawson, eran cultores de la justicia, de la verdad y de la honradez, para mejor servir a la patria. En el año 1862, llegaba a ocupar la presi- dencia de la república el general Bartolomé Mi- tre, quien tuvo el talento, desgraciadamente no imitado por todos los que le sucedieran en el encumbrado cargo, de llevar a su lado para el conveniente desempeño de los mmisterios', a los hombres mejor preparados de su tiem'po, comro Vélez, Costa, Elizalde, Gelly Obes, y para la car- tera del interior a Rawson. Para hacer, así sea una somera descripción analítica, de la fructífera labor desarrollada por este primer ministro médico que ha tenido la re- pública, se necesitaría escribir varios capítulos y no una simple conferencia de tiempo limitado. Rawson, por su indiscutible versación cons- titucional, puritanismo republicano, dotes parla- mentarias, autoridad moral, y por el hecho de ser provinciano sin provincianismo, resultó el gran ministro del interior del presidente Mitre. 48 Variadas y fecundas resultaron las iniciati- vas que, tanto en el orden constitucional, adminis- trativo y económico, como en ¡materia de inmigra- ción y obras públicas, correspondieron a este es- clarecido patriOca. El extraordinario desenvolvimiento alcanza- do por el comercio, agricultura e industrias en el interior del país, hállase entrechamente vin- culado a la laboriosidad de aquel ministro, pues a él le cupo la satisfacción de fijm:ar, con el señor Wheelwright, el contrato para la construcción del primer ferrocarril que ha cruzado nuestro te- rritorio, del Rosaiio a Córdoba. La constitución y mejoramiento de los ca- minos, que unen a las alejadas y dispersas ciu- dades capitales de provincia, preocuparon inten- saimiente su atención. Al igual del incomparable Alberdí, y con (mirada de estadista clarovidente, fijó su vista en los trascendentales problemas relacionados -con la inmigración. «Gobernar es poblar», había di- cho el inmortal autor de las «Bases», y Rawson la Levó a la práctica diciendo, gobernar es.colonizar. Estudia los sistemas de colonización arti- ficial y espontánea, y concluye optando con acier- to por el último. Elige con previsión de hom- bre de estado, para asiento de la primer colonia, el territorio abandonado, y por lo mismo codicia- do, de la Patogonia. Acepta la propuesta de una sociedad de galenses y funda, sobre la margen del río Chubut, la primier colonia agrícola ganadera que ha tenido el país. Hoy constituye ya un im- - 49 - portante núcleo de población laboriosa, con su comercio bien desarrollado y servido por un fe- rrocarril que la une con el puerto Madryn, y con otro unido al puerto propio sobre la descmiboca- dura del río Chubut. En las interesantísimas memorias que el mi- nistro Rawson ha legado al país, como fruto de su labor infatigable, figuran la serie larga de sus iniciativas, tales como el levantamiento del primer censo nacional, la fijación de los límites provinciales, establecimiento del sistema miátri- co decimal, fomento de los territorios nacionales, construcción de puentes y caminos y extensión de líneas telegráficas, etc., etc., pensamientos to- dos dignos de un gran gobernante que, si no pudo verlos realizados por causas ajenas a su volun- tad, quedaron como programas que realizarían los gobiernos venideros y testimonios escritos de su laboriosidad e iniciativas. El doctor Rawson era un ministro de ver- dad, que lo mismo pudo ser un presidente, con clara conciencia de sus facultades y deberes. No hay ejemplo de que desestimara una invitación de cualquiera de las cámaras, ya fuere para sumis- nistrar informes o debatir cuestiones de políti- ca interior; antes al contrario, iba al parlamonto sin ser llamado, cual representante de un poder colegislador, para dar a conocer y sostener las ideas del Poder Ejecutivo, como ocurrió al discu- tirse en la cámara de diputados la subsistencia de los derechos de exportación, pronunciando dos hermosos discursos durante las sesiones de los días 21 y 23 de Mayo de 1866. Pero es que, en aquellos tiemfpos y para aque- llos ministros, una interpelación no era motivo de zozobras e intranquilidades, y sí, por el contra- rio, de satisfacciones infinitas. Concurrían al con- greso como quien asistía a un torneo donde se luchaba con las armas de la ilustración, talento y elocuencia, en un ambiente de alta cultura y respeto mutuo. Rawson, en esa arena, a veces cal- deada por la pasión política, crecía y se agigan- taba, cual gladiador del pensamiento, cuyo arte de luchador magistral, y palabra de armonías arrebatadoras, lo hacían invencible. ^ La guerra del Paraguay, con sus alternativas y problemas, preocupó grandemente su actuación ministerial ; no es aventurado decir que el vice presidente doctor Marcos Paz y él, soportaban por entonces todo el peso del gobierno del país. Quizás esta circunstancia mediara para que fue- se tan sentido el discurso pronunciado al dar el postrer adiós, en el acto de ser inhumados, a los restos de aquel gran argentino y amigo suyo, en 1868. (1) En acto tan triste, como que era el fruto de la conjuración de dos calamidades pú- blicas que azotaban la república, la guerra y el cólera, decía, en su oración fúnebre, el que ha- bía sido su gran ministro. ...«El ha estado, señores, a la altura de la prueba. En estos largos días de esperanza, de sa- (1) Discurso pronunciado en la Recoleta al ser depositados los rí>:to« del Dr. ]\Iareos Paz, el día 3 de Enero de 1868. (liíicios y de dolores, el espíritu del vice presi- dente no desfalleció jamás. Honrado siempre, no tan solo con esa honradez vulgar que consiste en no medrar con el abuso de posiciones oficia- les, sino con esa honradez que por ser rara se Mama una virtud entre los hombres públicos, ly que se manifiesta por el religioso respecto a los piincipios, aunque se sacrifiquen las afecciones personales, el doctor Paz ha merecido bajo este concepto la más cumplida justicia entre aque- llos que han podido conocer su conducta. De es- te género fué la honradez del hombre cuya muer- te lloramos, y así lo ha reconocido el país. «En esta larga lucha, señores, en que se jiiegp.. el honor y la existencia de nuestra patria idolatrada, en medio de los triunfos de nuestras armas hemos sufrido días amargos, días de des- consuelo, días de luto. Tocóle al doctor Paz en suerte, no solo como magistrado, sino como pa- dre, una parte principal del dolor común. «El plomo enemigo que arrebató tantas vi- das preciosas a la patria en Curupaití, hirió de muerte también al joven Paz, hijo del vicepresi- dente. Vosotros lo habéis visto, señores, en aque- llas horas de amargura, encerrar en su pecho de temple antiguo el piadoso duelo del padre, y con- tinuar sin vacilar un punto, y con mano firme, la difícil tarea de reparar el contraste sufrido, y de alentar con su ejemplo y su acción el espíritu de los que desfallecían en aquel momento de prueba». Pensamientos de elevada política, y sublime ;2 patriotismo, son estos que los ciudadanos, médi- cos, abogados o nO, militares o lo que sean, no deberían olvidar jamás cuando llegan a regir los destinos de las naciones : Rawson, como Mitre y Paz, y afortunadamente como la inJm'ánsa mayoría de los argentinos que han desempeñado las ele- vadas funciones de presidente y ministro, han poseído la doble honradez rawsoniana, que les permitió conquistar para sus nombres la gratitud nacional y la inmbrtalidad. El doctor Rawson, no fué un político ambi- cioso ; de costumbres modestas y de temperamen- to apacible, jamás aspiró a ocupar la presiden- cia de la república. Tenía un concepto tan grande, elevado y pu- ro, acerca de las virtudes y austeridad que debían adornar al homlbre llamiado a desempeñar el en- cumibrado cargo, que su reconocida miodestia no le permitió contarse en .el reducido inúmiero de ellos. Sus ideas republicanas, llegaban a un idealismo poético, no censurable por cierto, pero poco armó- nico con la rudimentaria cultura ídel país, en tiem- pos en que aún imperaba el caudillismo y los prestigios del sable. Había nacido para actuar en una democracia más adelantada que la de su épo- ca, pero la providencia quiso que él fuera uno de los apóstoles que predicaron al pueblo argentino con la palabra y el ejem'plo de una vida sin tacha, la verdadera doctrina republicana. ¡Ojalá esa iniisma providencia nos lo mandara de tiempo en tiempo ! Tan puras eran sus ideas y práctica política. - 5:s ~ que según referencias de su secretario y amigo Don Alberto B. Martínez, cuando en las postri- merias de la presidencia del general Mitre, llegó a sus oídos que el doctor Elizalde aceptaba ser proclamado candidato para la futura presiden- cia de la república, se había presentado a aquel para manifestarle que en su opinión, se imponía la renuncia de su distinguido colega, por conside- rar incompatible su candidatura con las funcio- nes de ministro. El presidente Mitre, procuró convencerle de la absoluta imparcialidad que estaba resuelto a observar en la contienda política, pero como pa- ra el doctor Rawson no era cuestión de falta de fé en la rectitud presidencial, y si de principios constitucionales y políticos, insistió en sus opi- niones manifestando a su invariable y respetada) amigo que, si el doctor Elizalde no abandonaba el ministerio, él renunciaría el suyo. Días después, aquel inolvidable ministro del interior, se retiraba de la casa de gobierno acom- pañado con su puritarismb republicano y por nu- merosos amigos : En aquellos tiempos, de religio- so respeto por la constitución y las leyes, los ministros renunciaban sus carteras hasta por idealismos doctrinarios. Ocurrió por esos días, que un grupo de ciu- dadanos expectables pensara que, el doctor Raw- eon, era la personalidad política más caracteri- zada para llevar al sillón presidencial, nombran- do al efecto una comisión de notables, a fin de que obtuviesen el consentimiento necesario para - 54 - levantar su candidatura a la sucesión del general Mitre. Según referencias de los hombres que ac- tuaron en la tramitación de tales gestiones, la comisión designada se entrevistó reiteradamen- te con el doctor Rawson, procurando convencerle, con múltiples y atinadas razones, de que para él era hasta un deber de patriotismo prestar su nom- bre a los fines indicados. Más parece cierto que. no obstante formar parte de los comisionados perprr.alidades influyentes como Alsina y Manuel Augusto Montes de Oca, el doctor Rawson de- clirxü insistentemente el espontáneo honor que se le ofrecía, dando a entender que el mismo ele- vado concepto que él tenía de las funciones pre- sidenciales, que los pueblos tan solamente de- berían confiar a los varones justos y sabios co- tao Washington, le vedaban aspirar a la primera miagistratura del país. i Cuan ilimitada debió ser su modestia cuan- do él, encarnación de la sabiduría, austeridad y honradez tal cual la entendía, no se consideraba capacitado para ocupar la presidencia! Pero si declinó el honor de aquella candida- tura, aceptaba en cambio la banca de diputada Ilación al ofrecida por el pueblo de su provincia natal al iniciarse el año 1870, nueva tribuna des- de la cual serviría, con igual eficacia, los intereses morales y materiales de la república. El espíritu nacionalista que alentó sus ideas en todo momento, fué la causa determina triz para que iniciase el desempeño de las funciones parla- - 55 ~ mentarías presentando un proyecto de ley, en la sesión del 3 de Junio de 1870, facultándose al Poder Ejecutivo para que mandase efectuar los estudios de un ferrocarril que, partiendo de la ciudad de Córdoba recorriera todo el norte ar- gentino, pasando por las ciudades de Tucumán, Salta, y llegase hasta la de Jujuy. Al fundarlo, con su maestría habitual, prin- cipia el discurso recordando . el plausible y re- cíente acontecimiento de la inauguración del fe- rrocarril del Rosario a Córdoba, que tan viva- mente había conmovido el alma argentina y ('u- yo ccntrato, para la ejecución de las obras, fué firmado por él. En él se revela una vez más al hombre de estado, el que abarca de una sola mirada el con- junto de los problemas correlacionados con la idea fundamental, estudiando el pro y el contra, para deducir como conclusión final, hi utiíidad'o inconveniencia de una obra pública. Estudia, a la luz de los últimps adelantos de la ciencia ferroviaria, todas las cuestiones de or- den técnico, económico y hasta político, que van aparejadas a la construcción de los ferrocarriles : Demuestra palmariamente la conveniencia de que tales obras sean hechas por el gobierno, a fin de evitar a los pueblos los abusos con que las empresas particulares suelen gravarlos con la in- censante elevación de las tarifas. Traza, a grandes pinceladas, un cuadro gran- dioso sobre el porvenir agrícolo e industrial del país, cuando las múltiples vías férreas faciliten - 5í>- la exportación de los variados y ricos productos de su tierra fecunda, y termina diciendo como un clarovidente : «Me asiste una fé ardiente, señor, de que todo esto tiene que suceder dentro db pocos años ; y de que Buenos Aires, que tiene tantos títulos a la simpatía de la República y de toda la Amé- rica del Sud, será el gran centro de un inmenso movimiento, con el que ha de desenvolverse la grandeza, la civilización y la libertad humana en estas co'miarcas, y han de cu¡mplirse los altos designios de la Providencia». Al mes siguiente, en la sesión del 22 de Julio, se incorporaba al debate de un proyecto ^e ley acordando fondos para el fomento dé las bibliotecas populares, originario del Poder Eje- cutivo, pero modificado pox la comisión de la cámara. Un mes después, 17 de Agosto, funda- ba su proyecto de creación de un Departamento Nacional de Agricultura, cuya función fandamen- tal sería el fomento agrícola de toda la repú- blica. En el mes de Agosto discute, con el minis- tro del interior, una partida para fomento de la inmigración, siempre bajo el punto de vista doc- trinario, y al finalizar, él mdsmo funda un proyec- to sobre las facultades de las cámaras para so- licitar informes directamente de la contaduría na- cional. El 18 de Septiembre, del mismo año, funda- ba detenidamente un despacho sobre el proyecto - 57 - - congreso de Filadelfia una comunicación, o me- jor dicho un estudio a fondo sobre la «Estadísti- ca Vital de Buenos Aires», que llamó la atención entre los ho(m(bres de estudio allí reunidos, y que nuestros higienistas leerán siempre con prove- cho. (1) Trátase de un meritorio trabajo de . Pero olvidaba el viejo maestro, en su U'O- destia franciscana, que su miagna obra, de ciuda- dano y de médico, ya la había legado, a su pa- tria idolatrada, en el parlamento y on la Fa- cultad de Medicina. Corhocida tal noticia por los estudiantes, ^e precipitaron en entusiasta manifestación, no des- provista de cierto dejo de pena por la pérdida del catedrático incomparable, a cumplir con un de- ber de gratitud y testimoniarle, públicamente, la admiración afectiva que le profesaban. «Nosotros recordaremos y recordamos siem- pre, decíanle, como un alto beneficio concedido por la suerte, el haber recogido en vuestras lecciones el germen de las grandes ideas, y de la aspiración santa y noble de contribuir al progreso y al bie- nestar de la humanidad (1)», y el venerable an- ciano respondía conmovido, a sus hijos espiritua- les, al alejarse contristado de la cátedra, con uno de sus bellísimos discursos, que perpetúa la obra del señor Alberto B. Martínez ya mencionado, y del cual sólo reproduciremos los párrafos si- guientes : «Yo pienso, señores, que las cuestiones de liigiene son las que han de resolver la prospe- ridad de nuestro país, no sólo en lo físico, sino en lo nioral y en lo psic;ológico. Pienso que es ne- cesario difundir las nociones de la higiene, po- pularizarlas, habituar a la sociedad con estas maravillas de la ciencia que han llegado a pro- ducir los fenómenos asombrosos que encontra- mos realizados en las grandes poblaciones del mundo; y imb ha ocurrido, comjO un medio de manifestar hulmildemente la profunda emoción de gratitud que me ha agobiado desde hace dos Ine- ses, cuando el congreso me favoreció de una ma- nera tan inmerecida de mi parte, tan generosa, tan delicada de parte de los representantes de mi país, Imle pareció que podía contribuir de al- guna manera a este fin, a este propósito de di- fundir las nociones científicas, de determinar el espíritu de estudio y de observación en esas gran- (1) Ketrato del doctor liawson nor el doctor Francisco Cabos, 1891. -89- des materias, y voy a pedir a la Facultad de Ciencias Médicas, a la cual todos pertenecemos, que determine consagrar una parte de aquello que el congi'eso ha dedicado como una remunera- ción de mis pasados servicios exagerados en su aipreciaeión, para constituir un concurso anual que durará tantos años cuantos durará mi propia existencia, para los trabajos de higiene práctica que se destinen al concurso. «Entonces me parece que, no por la m'odes- ta suma de dinero que figura en esto, sino por la alta gloria de concurrir al servicio de la patria, ilustrándose con el estudio y con la profunda ob- i^ervación de los hechos que nos rodean y to- do lo que el mundo adelanta en esta m/ateria, con- currirá cada uno de ustedes y cada uno de los que se encuentran en condiciones análogas, con su parte de trabajo, y me parece, señores, que el día en que este concurso se haya realizado, en que el premio se haya dado, la persona que lo obtenga merecería de la República Argentina, de los hombres pensadores, la consideraci(3n de los hombres de ciencia, los más altos honores que puedan tributarse al talento y al genio. (Aplau- sos). «Estoy seguro de que, ustedes están aquí presentes, y tantos otros que no me escuchan, han de concurrir presurosos en obsequio de su glo- ria. Y entonces se ha de realizar la interpretación de un rayo de luz que he visto resplandecer en los ojos de ustedes, por que el era la revelación del porvenir». (Aplausos). - 90 — Ya se ve, señores^ como la modestia fué la compañera inseparable' de la cordura y del sa- ber: Los generosos deseos y la visión nítida so- bre el porvenir científico de nuestra Fai?-ultad, de aquel maestro, dechado de abnegaciones^ se cum- plía, en la medida de sus anhelos, dos años des- pués de confesados a sus discípulos, y mientras residía en Paris, en Abril de 1886. Como él lo dispusiera, la Academia de Medi- cina había creado oportunamente el premio (< Gui- llermo Rawson», y abierto el concurso para el mejor trabajo que se presentara sobre Higiene pú- blica. Vencidos los términos, y conforme al dicta- men del jurado, la Academia resolvió acordarlio al autor del trabajo sobre la «Morbilidad y mor- talidad infantil en Buenos Aires», tema y cues- tiones que tanto habían preocupado la atención del creador del premio. Al ser abierto el sobre que encerraba el nom- bre del autor, se vio que la suerte había dispues- to con delicado acierto, que la recompensa del maestro genial la obtuviera uno de los sobresa- lientes discípulos del primer curso inaugural de la cátedra, el que siguió sus huellas luminosas, el' que tuvo la preparación necesaria para suce- derle en la cátedra, el que ha venido a oír este pálido panegírico consagrado á quien lo inicia- ra en la ciencia de la higiene pública y que, sin saberlo, nos brinda la ocasión única de con- sagrar un aplauso sonoro al maestro inmortal, en — 91 — la persona de su talentoso e infatigable discípu- lo doctor Eniilio R. Coni. Señores : La vida excelsa del doctor Rawson, es un faro de purísima luz moral destinado por la pro- videncia a iluminar la senda del deber, a todas las mentalidades argentinas, en el decurso del tiempo. Los ciudadanos, deberán imitar siempre el ejemplo de su viril actitud, frente a la tiranía mansa pero encarceladora de Benavidez en San Juan, cuando defendía, sin mirar peligros, el im- perio de la libertad y de las leyes. Los legisla- dores, no perder de vista su extraordinaria 'y fe- cunda labor parlamentaria, ni la forfma e intensi- dad en que fué un celoso cumplidor de sus de- beres y defensor de los fueros del congreso. Los ministros, seguir su ejemplo de acatamiento a los llamados de las cámaras, de organización moral y administrativa, de iniciativas fecundas, de religio- respecto a la constitución, de culto a sus prin- cipios democráticos, y de digna altivez para de- clinar la cartera cuando el caso Hega. Y los mé- dicos, profesores o no, somos los más obligados a no perderlo de vista, porque él fué quien nos diera desde la cátedra el más elevado y brillante ejemplo de ética profesional : Con su alm:a tem- plada al calor de los más puros y generosos sen- timientos, hizo de la m-edicina objeto de abnega- ción y virtud, y no de lucro, de consuelo y amor — 92 — a los semejantes, y no de especulación comercial, y fuente inagotable de satisfacciones para el es- píritu, y no de sensualismos para el cuerpo. El día feliz en que todos, o la mayor parte de los argentinos, imitemos el noble ejemplo de la vida de aquel augusto ciudadano, dejarán de te- ner razón de ser aquellas palabras proféticas del gran pensador Juan Bautista Alberdi cuando de- cía, medio siglo atrás, hablando de nuestra de- mocracia aún embrionaria : «No se comprende el objeto con que el Es- t9,do gasta una parte de su tesoro público en Uni- versidades, en Colegios, en Facultades de de- recho, en cátedras de leyes y de ciencias políti- cas sociales, para que los graduados én estas ma- terias, los primeros abogados y doctores vengan a te7ier 'por leader s y jefes de sus partidos políti- cos y conductores de sus obras de organización social y política, a meros aficionados de esas cien- cias, o tinterillos., que no han puesto el pie jamás en una Universidad., colegio, ni escuela de de- recho». El doctor Rawson debió mirar los triunfos científicos alcanzados por sus discípulos, desde lejos, y allá en la ciudad luz, y quizás entre las tristezas de la edad y añoranzas de la patria, con esa satisfacción infinita con que los padres sienten prolongar su existencia en la vida de los hijos. Dejaba su obra, la gran obra de toda su fecunda vida definitivamente concluida. Había culminado en el parlaimiento, triunfado en el mi- - 93 - nisterio, deslumhrado en la cátedra, y escuchado el claimoreo amoroso de su puehlo agradecido. Qué miás podía aspirar para la gloria de su nomhre? Es verdad que falta aún el mármol modela- do en la .pla^za pühlica, evocador de sus virtudes y talentos, como faltan los de Alberdi, Manuel Au- gusto Montes de Oca y otros, quizás porque no llegaron a ser presidentes de la Repúhlica, por más que tuvieron sobrados títulos para serlo, pe- ro la justicia postuma, a veces tardía, llega fa- talmente. La dolencia visual y las molestias propias dé la edad, mortificaron el alma de aquel varón justo y fuerte en los últimos años de su vida, pero sin conseguir arrancar a sus labios una sola palabra de protesta. Tenía la tranquila resignación del filó- sofo y del creyente. Observó sin inmutarse que po- co a poco disminuía la luz para sus retinas y e] movimiento de sus músculos. El andar ya era lento e inseguro. Marchaba mirando al cielo como todo el que implora una gracia de los dioses tutelares. Sabía con certidumbre que el sol de su existen- cia se ocultaba ya en el ocaso, sin que^ al acercar- se, las tinieblas de la eterna noche amedrantaran su espíritu de varón fuerte. Sus ojos, que mira- ron el radioso porvenir de su pueblo y de la Hi- giene pública, celestes y blancos, como los co- lores emblemáticos del símbolo de la patria que tanto amara, cerráronse plácidarntente el 20 de Febrero de 1890, en París, en humilde acatalmien- to a las leyes eternas de la naturaleza, en el pre- - 94 - ciso instante, en qué se abrían las páginas de la. historia, para honrarse inscribiendo en ellas e] líombre glorioso de Guillermio Rawson. ' Cantón, Elíseo Conferencia sobre el Dr, Guillermo Rawson PLEASE DO NOT REMOVE CARDS OR SLIPS FROM THIS POCKET UNIVERSITY OF TORONTO LIBRARY ■ ™wl.ffi